Monthly Archives: October 2010

Paul Groussac

[E]ntre los veinte elementos constitutivos del temperamento y del carácter, hay uno que domina a los demás y corresponde al motor central de la conducta. ¿Qué facultad so verana aparece en Sarmiento que haga de las otras simples satélites y nos dé la clave de su extraordinario destino? No hay duda posible: es la voluntad. Y en estos países de inconstancia y apatía, es altamente significativo, y acaso presagioso, que la admiración del pueblo converja hacia un héroe de la voluntad; y que sea esta potencia dictatorial la única que conserve, ante los que no la poseen sino enferma y desmedrada, todo su radiante prestigio de ultratumba.

Paul Groussac, ‘Sarmiento’, in El viaje intelectual (Buenos Aires, 1904)

Juan José Sebreli

Reivindicar la diferencia como una exclusividad es caer en una forma de sexismo al revés, del mismo modo que el indigenismo o la negritud constituyen un racismo al revés, lo único que deben reclamar las minorías oprimidas es la igualdad total con las mayorías. La homosexualidad no es una esencia que define a algunos individuos; es, como la heterosexualidad, una cualidad entre otras, o como dice Gore Vidal, no es un sustantivo sino un adjetivo. No puede hablarse por tanto de una comunidad gay. El folclore, los hábitos específicos, no son más que el producto de la marginación y el encierro en el guetto, y desaparecerán en la medida en que desaparezca toda discriminación.

La represión de la homosexualidad tiene al fin la misma raíz en el dogma religioso y en las normas del poder autoritario y totalitario que condenan toda relación sexual que tenga por fin la búsqueda del placer y no la procreación, y que igualmente rechazaban hasta ayer el divorcio y hoy el aborto, el control de la natalidad, la relación extramatrimonial, el onanismo, las variantes del goce erótico no genital, la sexualidad femenina clitoriana, y aun la soltería que es discriminada salarialmente. El derecho al placer es una reivindicación que no sólo atañe a los homosexuales sino también a las mujeres, y que aún no ha sido conquistada en vastas regiones del mundo, como el continente africano. El homosexual no debe, por lo tanto, ser respetado como el Otro, la “otredad” como pretende el relativismo cultural de las teorías posmodernas, sino como el igual; no como representante de una especie, como un “tipo” aparte, sino como un individuo. El problema deja el ámbito ontológico en que lo quieren situar los foucaultianos, los posestructuralistas, los posmodernos para bajar al plano más prosaico de la juricidad; se trata de una reivindicación esencial entre las libertades individuales, la de ser dueño del propio cuerpo, y el derecho a la privacidad, a la intimidad, un punto aún no cumplido de los derechos humanos.

Juan José Sebreli, ‘Historia secreta de los homosexuales en Buenos Aires’, in Escritos sobre escritos, ciudades bajo ciudades (Buenos Aires, 1997), pp. 363-364

Oscar Terán

[S]i es cierto que la guerra [de Malvinas] se desencadena como movimiento irresponsable de unas fuerzas armadas que hace tiempo han dado muestras elocuentes de barbaries y cegueras mayores, no lo es menos que fuimos prácticamente el total de la sociedad argentina el que se sumergió en el vértigo de la aventura, animados por un espíritu triunfalista esencialmente definitorio de la ideología argentina.

Oscar Terán, ‘Malvinas: la derrota, la locura y el mar’, in De utopías, catástrofes y esperanzas: un camino intelectual, Buenos Aires, 2006, p. 105

Juan José Sebreli

Punto por punto, el guevarismo fue lo opuesto al pensamiento de Marx y del socialismo clásico: sustituía la autoemancipación por la vanguardia iluminada y el jefe carismático, la movilización de masas por el foco, la democracia social por la dictadura política, el partido por la guerrilla, la lucha de clases por la lucha entre naciones ricas y pobres, la clase trabajadora por el campesinado, las condiciones objetivas por el voluntarismo, el socialismo, sólo possible en las sociedades avanzadas, por el de los pueblos más pobres.

Juan José Sebreli, Comediantes y mártires: ensayo contra los mitos, Buenos Aires, 2008, p. 145

Juan José Sebreli

La vida de café ha decaído por el cambio de las costumbres. La igualación de los sexos y el abandono de la mujer del “gineceo” hogareño alentaron, por un lado, a los miembros de la pareja a salir juntos y, por otro, debilitó la amistad entre varones, típica del café de ayer. Lo habitual hoy es ir al restaurante en pareja, y frecuentemente se reúnen dos parejas. Esas salidas se alternan con las comidas en casa, donde aumenta el número de las parejas, y cuando se invita a una persona sola se la suele compensar con otra en la misma situación. El número de invitados –señala Georg Simmel— es decisivo en las reuniones sociales.

Carece el restaurante—o la comida privada—del rasgo esencial de la sociabilidad urbana, tal como se daba en el café: la posibilidad del encuentro imprevisto, del conocimiento de extraños o del fluir incesante de los que se agregan a la mesa. Esta interrelación múltiple con lo desconocido y lo diferente es reemplazada, en el restaurante, por la interrelación limitada y monótona cono lo conocido y lo igual., donde no se permite la novedad ni la sorpresa, una repetición más del living y del comedor doméstico. Con el matrimonio a solas o con visitas, se prolonga la intimidad matrimonial simbiótica que impide la individualidad autónoma.

Juan José Sebreli, Buenos Aires, ciudad en crisis, Buenos Aires, 2003, p. 279

Juan José Sebreli

El objetivo de la guerrilla nunca fue la defensa de la democracia sino la instauración de una dictadura de otro signo, pero igualmente sangrienta; su modelo era el castrismo. Quienes habían desdeñado por “formalismos burgueses” los derechos humanos y las garantías constitucionales y sometieron a sus enemigos a cautiverio y muerte deberían haber obrado en consecuencia cuando fueron tomados prisioneros y no ampararse en derechos en los que no creían. Menos aun tenían los antecedentes necesarios para ser, una vez restablecidas las instituciones de la república, funcionarios en los gobiernos democráticos y representantes de las organizaciones de defensa de los derechos humanos.

Juan José Sebreli, Cuadernos, Buenos Aires, pp. 304-305

Juan José Sebreli

La pasión por el juego, no menos que por el cine, la música o el coleccionismo de cualquier clase, libera al hombre de la angustia. Un personaje de Balzac, jugador empedernido, estaba deprimido y había decidido suicidarse cuando llegó un amigo y le propuso una partida. El suicida en ciernes abandonó de inmediato su proyecto y corrió entusiasmado a la mesa de juego. Hay pasiones que pierden al hombre, pero el que no tiene ninguna está irremisiblemente perdido.

Juan José Sebreli, Cuadernos, Buenos Aires, p. 61