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Jorge Luis Borges

El más urgente de los problemas de nuestra época (ya denunciado con profética lucidez por el casi olvidado Spencer) es la gradual intromisión del Estado en los actos del individuo; en la lucha con ese mal, cuyos nombres son comunismo y nazismo, el individualismo argentino, acaso inútil o perjudicial hasta ahora, encontrará justificación y deberes.

Jorge Luis Borges, ‘Nuestro pobre individualismo’, in Otras inquisiciones, Buenos Aires, 1952

Adolfo Bioy Casares

Borges me llama desde su casa y me refiere: «Madre y yo nos volvimos en taxi. Apenas subimos al automóvil, fue como andar en una montaña rusa. El hombre estaba borracho. La última vez que estuvo a punto de chocar fue en la puerta de casa, donde felizmente quedó en llanta. Madre y yo estábamos jadeantes. Entonces el destino nos deparó uno de los momentos más felices de la Historia argentina. Protestando contra todos los que pudo atropellar, el chofer, con voz aguardentera, crapulosa, recitó: “Hijos de Espejo, de Astorgano, de Perón, de Eva Perón, de Alsogaray y de todos los ladrones hijos de una tal por cual”. ¿Te das cuenta? ¡Si un hombre así está con nosotros hay esperanzas para la Patria!»

Adolfo Bioy Casares, Borges, Barcelona, 2006, p. 868

Fernando Iglesias

Los desastrosos resultados obtenidos por un país gobernado durante ocho décadas por dos grupos políticos fuertemente nacionalistas deberían hacer sospechosa la idea primitiva de que, cuanto más nacionalista es un país, más prometedor es su futuro.

Fernando Iglesias, La cuestión Malvinas: crítica del nacionalismo argentino, Buenos Aires, 2012, p. 21

Leonardo Filippini and Lisa Margarrell

La Ley de Punto Final de 1986 había generado mucho rechazo y desconfianza, pero la Ley de Obediencia Debida, por sus efectos, fue vivida como el auténtico “punto final” a la posibilidad de enjuiciar a los autores de violaciones de derechos humanos.

Leonardo Filippini and Lisa Margarrell, ‘Instituciones de la justicia de transición y contexto político’, in Angelika Rettberg (ed.), Entre el perdón y el paredón: preguntas y dilemas de la justicia transicional, Bogotá, 2005, p. 156, n. 20

Carlos Santiago Nino

Se podría decir que hay anomia cuando la observancia contrafáctica […] de una determinada norma en un cierto grupo social sería eficiente en el sentido de que ese estado de observancia sería Pareto-óptima respecto de cualquier otra situación posible, incluyendo a la situación real de inobservancia, o sea en ese estado nadie estaría peor y alguno por lo menos estaría mejor. […] Sin embargo, este criterio no es operativo si tomamos […], como parte del grupo social relevante y como partícipes en la acción colectiva, a individuos que tienen propósitos lógicamente incompatibles con los de los demás. Por ejemplo, supongamos que algunos disfruten del caos de las calles porteñas, ya que lo consideran un sustituto gratuito del juego de los autos chocadores de los parques de diversiones.

Carlos Santiago Nino, Un país al margen de la ley: estudio de la anomia como componente del subdesarrollo argentino, Buenos Aires, 1992, pp. 37-38

Carlos Santiago Nino

[L]a mera gratuidad negativa—el no tener que pagar aranceles—es insuficiente y hasta hipócrita: todos sabemos que el mayor costo de la enseñanza universitaria no está dado por el eventual pago de aranceles, sino por el pago de libros y otros materiales y, principalmente, por el lucro cesante para estudiantes que no tienen medios de vida propios para atender sus gastos de subsistencia y los de su familia durante el período de estudios, que cada vez exigen una concentración más plena e intensa.

La gratuidad debe ser positiva y debe necesariamente incluir becas y otros medios de ayuda efectiva para facilitar una igualdad de condiciones reales en la necesaria dedicación a los estudios. Si tales becas sólo pueden subvecionarse con el pago de aranceles por parte de los estudiantes pudientes, únicamente un prejuicio, fruto del pensamiento “blando” […] puede oponerse a ello.

Carlos Santiago Nino, ‘El discurso blando sobre la Universidad’, Propuesta y control, vol. 12 (July-August, 1990), pp. 130-131

Jorge Luis Borges

He declarado nuestro anverso de luz y nuestro reverso de sombra; que otros descubran la secreta raíz de este antagónico proceso y nos digan si la fecha que celebramos merece la tristeza o el júbilo.

Jorge Luis Borges, ‘A 150 años de la Revolución’, Sur, no. 267 (November-December 1960)

Pablo Giussani

Con [su] compañía y las conductas que de ella derivaban, el candidato peronista [adormeció] los reflejos antigolpistas de la población. El mayor de los cargos formulables hoy contra Menem es precisamente el de haber quebrado, por ambición de poder, aquella línea divisoria tan claramente trazada todavía en abril de 1987 entre una civilidad uniformemente democrática y el autoritarismo castrense.

Pablo Giussani, Menem, su lógica secreta, Buenos Aires, 1990, p. 85

Pablo Giussani

A los montoneros les tocó vivir una realmente dramática contradicción entre la mayor oportunidad jamás concedida a un grupo de izquierda en la Argentina para la construcción de un gran movimiento político y la cotidiana urgencia infantil por inmolar esa posibilidad al deleite de ofrecer un testimonio tremebundo de sí mismo.

Pablo Giussani, Montoneros, la soberbia armada, Buenos Aires, 1984, p. 40

Juan Suriano

¿Dónde terminó el anarquismo? Refiriéndose al caso español un autor sostiene que “su movimiento se perdió en la evolución de los tiempos, pero sus problemas de libertad e igualdad quedaron incroporados a la cultura de la sociedad europea, y por tanto, factibles de extenderse al resto del mundo”. El anarquismo argentino también se extravió en el transcurso del siglo XX y, como su homónimo hispano, instaló en la sociedad local problemas de libertad e igualdad. Fue casi la única corriente contestataria que defendió la libertad individual y la igualdad de todos los hombres como valores supremos. Ni el Estado ni el interés partidario o doctrinario debían interponerse entre el individuo y su libertad, y, en este sentido, se diferenció de cualquier grupo o partido de izquierda. Estas ideas eran heredadas del liberalismo, pero a diferencia de aquél, el anarquismo las puso en práctica (o intentó hacerlo) entre los sectores más oprimidos de la sociedad. Tal vez los actuales movimientos de derechos humanos en su defensa de los derechos civiles y, consecuentemente, de las libertades individuales sean herederos del individualismo libertario.

Juan Suriano, Anarquistas: Cultura y política libertaria en Buenos Aires. 1890 – 1910, Buenos Aires, 2001, p. 342

Ernesto Garzón Valdés

Como la realidad es siempre compleja, de vez en cuando Félix lee en los periódicos argentinos o españoles algunas crónicas de hechos que parecen destinados a compensar o corregir los errores ético-jurídicos de la Argentina moralizante y de los primeros años del gobierno de Menem. […]

“–¿Vos sos Astiz?
–Sí, ¿y vos quién sos?
–No importa. Vos sos un asesino hijo de puta.”

Como si se tratase de un silogismo práctico, un puñetazo en la cara del marino fue la acción con la que culminó la breve confirmación de identidad de este personaje condenado en ausencia a prisión perpetua en Francia por el asesinato de dos monjas francesas y miembro del Servicio de Inteligencia Naval argentino hasta junio de 1997.

Ernesto Garzón Valdés, El velo de la ilusión: apuntes sobre una vida argentina y su realidad política, Buenos Aires, 2000, p. 214

Beatriz Sarlo

A partir de ese momento, en la fracción de la izquierda revolucionaria donde milité durante muchos años—seis o siete años muy intensos, históricamente plagados de acontecimientos—, aprendí a razonar contra todas las evidencias. Porque razonar desde esa secta marxista-leninista era hacerlo contra todas las evidencias, no las que podían ser construidas por un observador objetivo de la realidad, sino también contra las que se le aparecían a cualquiera de los compañeros que se levantaba y leía los diarios cotidianamente, que leía La Nación. Lo que había instalado el partido en todos nosotros no era la desconfianza frente a las informaciones burguesas sino, simplemente, otro sistema de datos que reemplazaba al que venía de los diarios, de los libros y de la gente. Ese partido razonaba contra todas las evidencias y por eso terminó—ese fue el momento en el que yo me fui—caracterizando al golpe de Estado del ’76 como un golpe prosoviético; fue la culminación de un razonar contra toda evidencia.

Beatriz Sarlo, in Javier Trímboli (ed.), La izquierda en la Argentina, Buenos Aires, 1998, p. 226