Category Archives: Jorge Luis Borges

Jorge Luis Borges

En mi corta experiencia de narrador he comprobado que saber cómo habla un personaje es saber quién es, que descubrir una entonación, una voz, una sintaxis peculiar, es haber descubierto un destino.

Jorge Luis Borges, El ‘Martín Fierro’, Buenos Aires, 1953, p. 11

Jorge Luis Borges

El más urgente de los problemas de nuestra época (ya denunciado con profética lucidez por el casi olvidado Spencer) es la gradual intromisión del Estado en los actos del individuo; en la lucha con ese mal, cuyos nombres son comunismo y nazismo, el individualismo argentino, acaso inútil o perjudicial hasta ahora, encontrará justificación y deberes.

Jorge Luis Borges, ‘Nuestro pobre individualismo’, in Otras inquisiciones, Buenos Aires, 1952

Jorge Luis Borges

[M]e acaba de llamar un señor que quiere hacerme una entrevista. Un tal «Cacho» Fontana. Yo le dije que no. ¡Cómo voy a aceptar que me entreviste alguien que usa ese apodo! Es más o menos como si yo me hiciera llamar «Pepe» Borges.

Jorge Luis Borges, quoted in Roberto Alifano, El humor de Borges, Sevilla, 2016

Jorge Luis Borges & Adolfo Bioy Casares

Paradójicamente, los detractores más implacables de las novelas policiales, suelen ser aquellas personas que más se deleitan en su lectura. Ello se debe, quizá, a un inconfesado prejuicio puritano: considerar que un acto puramente agradable no puede ser meritorio.

Jorge Luis Borges & Adolfo Bioy Casares, ‘El séptimo círculo’, in Museo: textos inéditos, Buenos Aires, 2002, p. 112

Jorge Luis Borges

El movimiento dadá correspondía a una idea de nihilismo, de desesperación de la literatura. Quedamos decepcionados cuando supimos, después, que no eran verdaderos escépticos, que se peleaban por ser reconocidos como los “verdaderos” fundadores del movimiento. En fin, supimos que los dadaístas eran escritores tan profesionales como los demás, igualmente celosos, igualmente vanidosos.

Jorge Luis Borges, in Pilar Bravo and Mario Paoletti (eds.), Borges Verbal, Barcelona, 1999, pp. p. 67

Jorge Luis Borges

Un hombre se propone la tarea de dibujar el mundo. A lo largo de los años puebla un espacio con imágenes de provincias, de reinos, de montañas, de bahías, de naves, de islas, de peces, de habitaciones, de instrumentos, de astros, de caballos y de personas. Poco antes de morir, descubre que ese paciente laberinto de líneas traza la imagen de su cara.

Jorge Luis Borges, ‘Epílogo’, in El hacedor, Buenos Aires, 1960

Jorge Luis Borges

He declarado nuestro anverso de luz y nuestro reverso de sombra; que otros descubran la secreta raíz de este antagónico proceso y nos digan si la fecha que celebramos merece la tristeza o el júbilo.

Jorge Luis Borges, ‘A 150 años de la Revolución’, Sur, no. 267 (November-December 1960)

Jorge Luis Borges

De las generaciones de las rosas
Que en el fondo del tiempo se han perdido
Quiero que una se salve del olvido,
Una sin marca o signo entre las cosas

Que fueron. El destino me depara
Este don de nombrar por vez primera
Esa flor silenciosa, la postrera
Rosa que Milton acercó a su cara,

Sin verla. Oh tú bermeja o amarilla
O blanca rosa de un jardín borrado,
Deja mágicamente tu pasado

Inmemorial y en este verso brilla,
Oro, sangre o marfil o tenebrosa
Como en sus manos, invisible rosa.

Jorge Luis Borges, ‘Una rosa y Milton’, in El otro, el mismo, Buenos Aires, 1964

Jorge Luis Borges

En tiempos de auge la conjetura de que la existencia del hombre es una cantidad constante, invariable, puede entristecer o irritar: en tiempos que declinan (como éstos), es la promesa de que ningún oprobio, ninguna calamidad, ningún dictador podrá empobrecernos.

Jorge Luis Borges, ‘El tiempo circular’, in El Aleph, Buenos Aires, 1949

Jorge Luis Borges

Durante años de oprobio y bobería, los métodos de la propaganda comercial y de la litérature pour concierges fueron aplicados al gobierno de la república. Hubo así dos historias: una, de índole criminal, hecha de cárceles, torturas, prostituciones, robos, muertes e incendios; otra, de carácter escénico, hecha de necedades y fábulas para consumo de patanes. […] Ya Coleridge habló de la willing suspension of disbelief (voluntaria suspensión de la incredulidad) que constituye la fe poética; ya Samuel Johnson observó en defensa de Shakespeare que los espectadores de una tragedia no creen que están en Alejandría durante el primer acto y en Roma durante el segundo pero condescienden al agrado de una ficción. Parejamente, las mentiras de la dictadura no eran creídas o descreídas; pertenecían a un plano intermedio y su propósito era encubrir o justificar sórdidas o atroces realidades.

Jorge Luis Borges, ‘L’illusion comique’, Sur, no. 237 (noviembre-diciembre, 1955), pp. 9-10

Jorge Luis Borges

Al otro, a Borges, es a quien le ocurren las cosas. Yo camino por Buenos Aires y me demoro, acaso ya mecánicamente, para mirar el arco de un zaguán y la puerta cancel; de Borges tengo noticias por el correo y veo su nombre en una terna de profesores o en un diccionario biográfico. Me gustan los relojes de arena, los mapas, la tipografía del siglo XVIII, las etimologías, el sabor del café y la prosa de Stevenson; el otro comparte esas preferencias, pero de un modo vanidoso que las convierte en atributos de un actor. Seria exagerado afirmar que nuestra relación es hostil; yo vivo, yo me dejo vivir, para que Borges pueda tramar su literatura y esa literatura me justifica. Nada me cuesta confesar que ha logrado ciertas páginas válidas, pero esas páginas no me pueden salvar, quizá porque lo bueno ya no es de nadie, ni siquiera del otro, sino del lenguaje o la tradición. Por lo demás, yo estoy destinado a perderme, definitivamente, y sólo algún instante de mí podrá sobrevivir en el otro. Poco a poco voy cediéndole todo, aunque me consta su perversa costumbre de falsear y magnificar. Spinoza entendió que todas las cosas quieren perseverar en su ser; la piedra eternamente quiere ser piedra y el tigre un tigre. Yo he de quedar en Borges, no en mí (si es que alguien soy), pero me reconozco menos en sus libros que en muchos otros o que en el laborioso rasgueo de una guitarra. Hace años yo traté de librarme de él y pasé de las mitologías del arrabal a los juegos con el tiempo y con lo infinito, pero esos juegos son de Borges ahora y tendré que idear otras cosas. Así mi vida es una fuga y todo lo pierdo y todo es del olvido, o del otro.

No sé cuál de los dos escribe esta página.

Jorge Luis Borges, ‘Borges y yo’, in El hacedor, Buenos Aires, 1960

Jorge Luis Borges

[Y]o tengo la impresión de que casi todo el mundo ahora vive, bueno, como si no vieran; que hay como una… no sé, se han abotagado los sentidos, ¿no? Tengo esa impresión, ¿eh? […] [de que] no sienten las cosas; la gente vive de oídas, sobre todo, repiten fórmulas pero no tratan de imaginarlas; tampoco sacan conclusiones de ellas. Parece que se viviera así, recibiendo, pero recibiendo de un modo superficial; es como si casi nadie pensara, como si el razonamiento fuera un hábito que los hombres están perdiendo.

Jorge Luis Borges, in Osvaldo Ferrari, Reencuentro: Diálogos inéditos, Buenos Aires, 1999, pp. 104-105

Jorge Luis Borges

Una tarde oí pasos trabajosos y luego un golpe. Abrí y entró un desconocido. Era un hombre alto y viejo, envuelto en una manta raída. Le cruzaba la cara una cicatriz. Los años parecían haberle dado más autoridad que flaqueza, pero noté que le costaba andar sin el apoyo del bastón. Cambiamos unas palabras que no recuerdo. Al fin dijo: […]

— Ando por los caminos del destierro pero aún soy el rey porque tengo el disco. ¿Quieres verlo? […] Es el disco de Odín. Tiene un solo lado. En la tierra no hay otra cosa que tenga un solo lado. Mientras esté en mi mano seré el rey.

— ¿Es de oro? — le dije.

— No sé. Es el disco de Odín y tiene un solo lado.

Jorge Luis Borges, ‘El disco’, in Obras completas, Buenos Aires, 1989, vol. 3, pp. 66-67