Spanish translation of Graham’s ‘Keep your identity small’

What follows is a Spanish translation of my favorite essay of all time: Paul Graham’s Keep your identity small. I’m not very pleased with the way in which I translated the title, but I wasn’t able to come up with any better alternatives; the verb ‘to keep’ (in the relevant sense) and the second person (in the imperative mode) are both singularly hard to translate into Spanish.


Identificarse con poco

Febrero de 2009

­Finalmente me di cuenta de por qué la política y la religión dan lugar a discusiones tan inútiles.

Como regla general, cualquier mención de la religión en un foro de discusión degenera en una polémica religiosa. ¿Por qué? ¿Por qué sucede esto con la religión y no con Javascript o con las recetas de cocina, o con cualquier otro tema que la gente discute en los foros?

Lo diferente de la religión es que la gente no siente que deba saber nada sobre la cuestión para tener opiniones al respecto.  Lo único que hay que tener son creencias firmes, y eso es algo que cualquiera puede tener. Ninguna discusión sobre Javascript crecerá tan rápido como una sobre religión, porque los participantes consideran que deben tener un conocimiento por encima de cierto nivel para poder comentar sobre el tema.  Pero en materia de religión, todo el mundo es un experto.

Entonces me di cuenta: este también es un problema con la política. Al igual que la religión, la política es un ámbito donde no hay un nivel mínimo de conocimiento requerido para expresar una opinión.  Todo lo que hace falta son convicciones fuertes.

¿Tienen la religión y la política algo en común que explica sus similitudes? Una explicación posible es que ambas se ocupan de preguntas que no tienen respuestas definidas, de suerte que no hay presión sobre las personas para formar ciertas opiniones. Como es imposible probar que alguien está equivocado, todas las opiniones son igualmente válidas, y la gente, al darse cuenta de ello, opta por decir lo que se le antoja.

Pero esto no es cierto.  Es indudable que hay algunas preguntas sobre política que tienen respuestas definidas, como por ejemplo cuál será el costo de una nueva política de gobierno.  Pero las preguntas políticas más precisas sufren la misma suerte que las más vagas.

Creo que lo que la religión y la política tienen en común es que pasan a formar parte de la identidad de la gente, y nadie puede tener una discusión fructífera sobre algo que forma parte de su identidad. Por definición, uno ya ha tomado partido.

Qué temas involucran la identidad de la gente depende de la gente, no del tema. Por ejemplo, una discusión sobre una batalla que tenga como protagonistas a ciudadanos de uno o más de los países involucrados probablemente degenere en una polémica sobre política. Pero una discusión presente acerca de una batalla que tuvo lugar en la Edad de Bronce probablemente no tenga tales consecuencias.  Nadie sabría de qué lado estar.  De modo que no es la política lo que genera el problema, sino la identidad. Cuando se dice que una discusión ha degenerado en una guerra religiosa, lo que en realidad se quiere decir es que ha pasado a depender principalmente del modo en que los participantes se identifican.

Debido a que el punto en que esto sucede depende de la gente y no del tema, es un error concluir que una pregunta que tiende a suscitar guerras religiosas no puede tener respuesta alguna. Por ejemplo, la pregunta sobre los méritos relativos de los lenguajes de programación a menudo degenera en una guerra religiosa, debido a que muchos programadores se identifican como programadores de X o programadores de Y. Esto a veces induce a las personas a concluir que se trata de una pregunta sin respuesta—que todos los lenguajes son igualmente buenos.  Obviamente, eso es falso: cualquier otra cosa que las personas hacen puede estar bien o mal diseñada; ¿por qué debería ser esto imposible únicamente con los lenguajes de programación? Y, de hecho, es posible tener una discusión fructífera sobre los méritos relativos de los lenguajes de programación, siempre y cuando se excluya a aquellos que responden por identificarse con un determinado lenguaje.

De manera más general, es posible tener una discusión fructífera sobre un tema sólo si no se involucra la identidad de ninguno de los participantes.  Lo que hace que la política y la religión sean campos minados es que involucran la identidad de muchas personas. Pero en principio uno podría tener una conversación útil sobre estos temas con algunas personas.  Y hay otros temas que podrían parecer inofensivos, como los méritos relativos de las camionetas Ford y Chevy, que uno no podría discutir sin ofender a otro grupo gente.

Lo más interesante acerca de esta teoría, de ser correcta, es que explica no sólo qué tipo de discusiones hay que evitar, sino también cómo tener mejores ideas.  Si la gente es incapaz de pensar con claridad acerca de todo aquello que ha pasado a formar parte de su identidad, se sigue que, en igualdad de condiciones, el mejor plan es dejar fuera de nuestra identidad tanto como sea posible. [2]

La mayoría de quienes lean este ensayo serán ya bastante tolerantes.  Pero hay un paso más allá de concebirse a uno como alguien que es x pero tolera y: ni siquiera concebirse como alguien que es x. Cuantas más etiquetas te pongas, más tonto te harán.

Notas

[1] Cuando ello ocurre, tiende a ocurrir rápido, como un núcleo que alcanza masa crítica. El umbral para participar cae a cero, lo cual incrementa el número de participantes. Estas nuevas personas tienden a decir cosas incendiarias, que atraen cada vez más contraargumentos de tono cada vez más hostil.

[2] Es posible que haya cosas que en términos netos sea bueno incluir en la identidad de uno.  Por ejemplo, ser un científico.  Pero podría decirse que esto es más un receptáculo que una verdadera etiqueta—como poner SSN [sin segundo nombre] en un formulario que le pide a uno que indique su segundo nombre—porque no obliga a creer nada en particular.  Un científico no está comprometido a creer en la selección natural de la misma manera en que un intérprete literal de la biblia está comprometido a rechazar esa teoría.  Su único compromiso es seguir la evidencia hasta sus últimas consecuencias.

Pensarse a uno mismo como un científico es equivalente a poner un cartel en un armario que diga “este armario debe mantenerse vacío”. Sí, en sentido estricto, uno está poniendo algo en el armario, pero no en el sentido ordinario.

Agradezco a Sam Altman, Trevor Blackwell, Paul Buchheit y Robert Morris por leer borradores de este ensayo.